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Periferias : El prólogo de Santi Balmes para Cavolo

Compartimos con ustedes el prólogo escrito por Santi Balmes para el libro Periferias de Ricardo Cavolo.

Una Joya. 💎

Disfrútelo y entienda el mundo desde las periferias.



Yo, Jean Dubuffet, emperador del protectorado del Art Brut y protector de los supuestamente débiles, os miro a los ojos desde estas líneas y os vengo a dar una mala-estupenda noticia: la centralidad, tal y como la conocéis, morirá en vuestros brazos como agónico enfermo después de vuestra asidua lectura de este compendio universal del extrarradio terrestre. pero en cambio vengo a daros la siguiente buena nueva: a través de la misma misma comprensión de la periferia, vuestra centralidad renacerá de sus propias cenizas, y será mucho más fuerte que en tiempos pretéritos, porque, sin que os hayáis dado cuenta, a cada página degustada habéis incorporado nuevas creencias, nuevos puntos de vista, incluso antiquísimas magias que hasta ahora solo habían sido reveladas a unos pocos elegidos y preservadas para el ciudadano estrecho de miras. Y os digo, y os imploro, y os exijo:! asomaos a las orillas escondidas del mundo, aunque sea de manera indecisa y cobarde! ¡Insensatos-insensatos, ¿acaso no veis que la periferia será algún día el centro? ¿que la tierra, las culturas y sus sociedades se mueven sigilosamente como las mismísimas placas tectónicas, y que es conveniente estar informado de lo que en el centro no quieren revelarlos? Es más, debo daros otra noticia: el centro, como tal, no existe, de la misma manera que el número 5 es una tensión irresuelta entre la diestra y la siniestra, entre el bien y el mal, entre lo visible y lo subterráneo. Oh diablos, algún día, quizás al cerrar este libro de revelaciones comprenderéis como yo hice comprenderéis como yo hice que en la periferia siguen intactos el germen, la esperanza y el vivero de todo lo que un día debemos volver aprehender. tenemos que darnos cuenta ¡y tenemos que ser muchos!, de que en los extrarradios de lo comúnmente aceptados donde acaso se encuentra la verdadera reserva espiritual del humano, ahora que el deteriorado, enfermizo y decadente hombre occidental dejó languidecer la llama inmemorial del instinto. Yo, Jean Dubuffet, declaro, aun a riesgo de parecer loco de remate, que en nuestra querida Europa el imperio de lo mágico ha sido perseguido, denostado, acusado y aniquilado por la barbarie y la dictadura de la razón, acompañada casi siempre de su fiel lacayo, aquel castrador de mentes conocido como Monsieur Dogma. No puedo sino insistir en que lo importante, lo novedoso, está en las mismísimas esquinas donde nadie mira; que en las zonas húmedas y en los sombríos páramos es donde crecen esas peculiares criaturas amamantadas con el néctar del libre albedrío que únicamente siente el que no es observado. Son ellos, los seres periféricos, quienes han desarrollado mejor que nadie una serie de aptitudes que han sido de extrema utilidad para adaptarse a dificultades supremas, como la propia marginación por parte de los habitantes del Centro del Imperio. Muchas veces olvidamos que esos baches en el camino, ese desprecio en pos de lo estándar, han sido precisamente el padre y la madre de cada poder y habilidad que hemos heredado de unos ancestros que, un día no muy lejano, fueron periferia.

Creerme. No existe en la historia apenas ningún artista que no haya tenido que enfrentarse a dificultades de adaptación: sociales, sexuales, morales, personales, familiares, mentales. el caso es que todos los grandes tuvieron su particular periferia y su particular infierno. De la misma manera, conviene recordaros que las grandes civilizaciones fueron miserables periferias en sus albores. Roma o fue de Grecia, los bárbaros de la propia roma, Estados Unidos fue el vertedero de Europa, y así, desde tiempos inmemoriales, hasta llegar al primer “Sapiens”, un auténtico “refusé” en un mundo donde imperaba la crueldad y supremacía de unos homínidos trasnochados. Todos, individuos, corrientes artísticas o filosóficas, entes despreciados en algún momento, acabaron por coger las riendas de la historia y considerar al antiguo centro como obsoleto. De la periferia del universo (en caso de que pueda aplicarse dicho término a un concepto infinito) vendrán aquellos a los que estamos esperando, a no ser que seamos nosotros la periferia del universo, lo que significa que dentro de un tiempo dominaremos todo lo que nuestros ojos alcanzan con la ayuda, claro está, de nuestros telescopios.

Recordad que la centralidad no existe. Que el 5 es un número idiota. Que la notabilidad encierra clasicismo. Y que el suspenso en algunos campos es meramente subjetivo y coyuntural.

El centro no es creativo. No se puede esperar nada de los barrios burgueses de ninguna capital del mundo desarrollado. Porque allí no sucede nada más que una somera imitación de un comportamiento previamente aceptado. Todo está perfectamente delimitado, como los jardines de Fontainebleau, donde la explosión de la belleza deja a uno la sensación de “nova más”. Algún día os daréis cuenta, como yo hice, de que en la observación ensimismada de un escenario bucólico o de una arquitectura relajada no hay conflicto externo, y si no hay conflicto, no hay creación. Del mismo modo os aviso de que, de que en caso de que caigas en la agridulce práctica de la autocontemplación mística, no en un exhaustivo análisis de vuestro comportamiento y vuestro pensamiento, veréis que, cuanto más equilibrio encontréis, menos movimiento notareis. con tristeza repararse en que la centralidad de vuestro ser nada surgirá, nada se gestará, nada germinará. Sin dificultad no hay mejora. Sin marginación no hay rebelión. sin terremotos internos no hay destrucción. si nada colisionara en vuestra alma, ningún templo se derrumba. si no hay ruinas, no hay material para edificar nada nuevo.

Tan solo espero que este libro os mueva algún cimiento. Que convierta vuestra visión existencial en periférica. De paso os encomiendo que hurguemos en vuestro interior. Os invito a salir de excursión a vuestras periferias interiores, a sus tribus, sus junglas, sus costumbres, y recéis al lado de sus chamanes. ¿Acaso no es en la periferia del amor donde se gestaron las mejores obras?

Disfrutad con este maravilloso atlas.

Seres de la centralidad.

Existimos

Jean Dubuffet

Santi Balmes



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